“PEREGRINACIÓN DIOCESANA ANUAL AL SANTURIO GUADALUPANO” MISA DEL YUCATECO

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CDMX, MEXICO, 12 de julio de 2025.- Celebraron Día del Yucateco en la Basilica de Guadalupe con la Misa del Yucateco en la Basilica de Guadalupe, presidió el Arzobispo de Yucatán, Gustavo Rodríguez Vega, Concelebraron los dos obispos auxiliares y 20 sacerdotes; participaron cerca de ocho mil fieles yucatecos, y autobuses registrados por la arquidiócesis de Yucatán fueron 45, aunque hubieron muchos más que no se registraron, por lo tanto la asistencia fue nutrida. El Sr. Arzobispo oficio la Santa Misa con mucha solemnidad así:

 

“Le llegó a Maríe el tiempo de dar a luz
y tuvo a su hijo primogénito”

 

In láak'e'ex ka t'ane'ex ich maya kin tsikike'ex yeetel kimal oolal. Bejla'e taalo'on ek tsiik ek kili'ich mamá ti Guadalupe. Taalo'on tu k'aaba tulakal le yucatecoso'obo', tu yo'olal tu lakal le baaxo'ob k'abeto'ono'. Bejla'e taan k'aatik ka anak jetso'ol ti tulakal ek familias yeetel ti tulakal u lu'umil Yucatán.

Hermanos Obispos Auxiliares, sacerdotes, religiosos y religiosas, hermanos todos aquí presentes, y los que nos siguen a través de las redes sociales, de la televisión o de la radio, todos muy queridos en Jesucristo nuestro Señor, el Rey de la paz.

Como cada año en esta fecha, venimos algunos miles de miembros de nuestra Iglesia de Yucatán a saludar a la Virgen de Guadalupe, la Madre del verdadero Dios por quien se vive. Siempre le pedimos a nuestra Señora que interceda ante su Hijo Jesús por cada yucateco y por cada familia de Yucatán. En esta ocasión, nos unimos a todas las diócesis de México para continuar pidiendo porque vuelva la paz a nuestra Patria. Diariamente los noticieros nos hablan de nuevos hechos de violencia, de los asesinados, los heridos, los desparecidos y de las miles de familias que sufren por esta causa.

Recientemente hemos visto algunos signos de presencia del crimen organizado en nuestras tierras, y una gran preocupación nuestra son los niños, adolescentes y jóvenes que son tentados por la droga que se distribuye en cada municipio y en cada comisaría de nuestra Arquidiócesis. Esto acrecienta la responsabilidad de nuestras autoridades y de cada parroquia, pero la principal preocupación ha de ser de cada familia y de cada escuela, y hasta de los mismos niños, adolescentes y jóvenes que se han de proteger unos a otros.

Estamos reunidos en esta hermosísima Basílica de Santa María de Guadalupe, de fama mundial. Pero no hemos terminado de construir la casita sagrada que nuestra Madre desea, una casita donde todos habitemos como hermanos, donde haya justicia, paz y oportunidades para todos; una casita de la que nadie se vea obligado a escapar en busca de una vida mejor en otro país. Esa casita tiene que ser construida por todos los devotos de nuestra Madre del cielo y por todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Es como cuando una familia termina de construir la casa donde viven, la construcción material puede terminar, pero la construcción del hogar debe continuar siempre, pues el día que no construimos destruimos.

Es una enorme contradicción que alguien se diga devoto de María y lleve su imagen, mientras asesine, robe, abuse en cualquier forma de sus hermanos y hermanas, o cometa toda clase de fraudes, corrupción o injusticia. Una devoción mariana que no nos lleve a Jesús, que no nos conduzca a amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos, no es una auténtica devoción mariana.

Mientras nos acercamos a la celebración de los 500 años de las apariciones de la Virgen en este cerro del Tepeyac el próximo 2031, trabajemos por la paz y la justicia, reconstruyendo el tejido social. Si para entonces se abate la criminalidad en México, entonces tendremos una digna celebración del quinto centenario; si se acaban los feminicidios y toda clase de asesinatos; si todos llegamos a reconocer que Dios es el único dueño de la vida; si llegamos a convencernos de que los migrantes, los pueblos originarios, los niños, las mujeres, los pobres son valiosos a los ojos de Dios y a nuestros propios ojos, entonces tendremos una verdadera y nueva revolución en México, la revolución del amor.

Las palabras del libro del Eclesiástico (o Sirácide) en la primera lectura, aunque se refieren en primerísimo lugar a la Sabiduría encarnada, al Hijo de Dios hecho hombre, también se pueden aplicar a María, nuestra Madre que nos dice: “Vengan a mí todos los que me aman, y sáciense de mis frutos, porque mis palabras son más dulces que la miel y mi heredad, mejor que los panales. Todas las generaciones me recordarán siempre”. Nosotros somos la ‘heredad’ de María, si nos comportamos como hijos suyos, actuando siempre bajo la guía de la Sabiduría que proviene de lo Alto, no por la sabiduría rastrera por la que tantos se dejan conducir.

Es precioso escuchar el pasaje del evangelio de san Lucas que se ha proclamado, y escucharlo precisamente aquí, donde María habita y da a luz a su Hijo. El Niño Jesús nació en Belén por causa de la obediencia de sus padres, María y José al mandato del emperador de que cada uno fuera a empadronarse a su pueblo natal, mientras que el Hijo de Dios vino a este mundo en obediencia a su Padre celestial, y del mismo modo obedeció María a la voz del Dios por medio del Ángel. Grandes cosas suceden cuando sabemos obedecer.

Los pastores recibieron el anuncio del ángel de que el Hijo de Dios acababa de nacer. En esos pastores podemos vernos representados todos los ministros de la Iglesia, pero también deben verse representados todos los pobres de espíritu, que con sencillez y fe saben abrirse a la buena nueva de Dios.

María vino presurosa hace casi 500 años a este monte para ayudar a esta tierra bendita a dar a luz a un nuevo pueblo. Gracias a la maternal presencia de la Virgen, nuestros antepasados indígenas aceptaron de buena gana el Evangelio de Cristo, leyendo en este milagroso códice, que es la imagen de la Guadalupana, una serie de mensajes que conectaban con la sabiduría de sus ancestros. Aún ahora los sencillos leen en esta preciosa imagen el lenguaje del amor maternal; los hombres de ciencia se quedan maravillados, y todos los humildes descubren la grandeza del Dios que nos envió a María.

La paz y la unidad de la Casita Sagrada comienza por poner en paz nuestros corazones y nuestras mentes delante de Dios, sin buscar la fuga en el alcohol o en las drogas. Sólo Jesús nos puede dar la paz que el mundo no da, y le puede dar sentido a todas nuestras penas e incertidumbres. Luego nos toca construir la paz dentro de cada hogar, para que en ninguna familia haya violencia, para que padres e hijos quieran llegar con gozo al encuentro de los demás miembros de esa familia, que es sagrada ante Dios, que sea, pues, sagrada ante ti también.

Luego todos podemos construir y mantener la paz en nuestros entornos: en nuestro barrio, saludando a todos, olvidando viejas rencillas y dando la mano al que lo necesite. Yo les decía a mis Padres que, aunque nos sacáramos en una rifa el premio de una gran mansión, no nos deberíamos cambiar de lugar, porque ellos tenían un tesoro en sus vecinos, dispuestos siempre a apoyarlos, como lo hicieron mientras ellos vivieron. En los ambientes de trabajo o de escuela nos toca igualmente ser factores de unidad y de respeto mutuo, aunque haya quien destruya con su soberbia y su falta de respeto.

Desde el inicio de su ministerio, el Papa León ha convocado a todos a la unidad y al trabajo por la paz. Bajo su guía podemos construir más fácilmente la casita sagrada de nuestra madrecita de Guadalupe.

¡Sea alabado Jesucristo!


+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán

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